TODOS LOS SANTOS

domingo, 18 de marzo de 2012

SAN CIRILO DE JERUSALEN Obispo y Doctor de la Iglesia


Gran defensor de la divinidad de Cristo frente a la herejía del arrianismo.

De su catequesis en Jerusalén:El bautismo, figura de la pasión de Cristo
La unción del Espíritu Santo
Las dos venidas de Cristo
Preparad limpios los vasos para recibir al Espíritu Santo
Reconoce el mal que has hecho, ahora que es el tiempo propicio
El pan celestial y la bebida de salvación

La Iglesia es la esposa de Cristo



San Cirilo nació cerca de Jerusalén, en el año 315. Sus padres eran cristianos y le dieron una excelente educación. Conocía muy bien la Sagradas Escrituras, citaba frecuentemente en sus instrucciones. Se cree que fue ordenado sacerdote por el obispo de Jerusalén San Máximo, quien le encomendó la tarea de instruir a los Catecúmenos, cosa que hizo por varios años.

Sus escritos son de gran importancia por ser un Padre de la Iglesia y Arzobispo de Jerusalén solo tres siglos después de la pasión de Jesús. Sucedió a Máximo en la sede de Jerusalén el año 348 y fue obispo de esa ciudad por unos 35 años. Por su defensa de la ortodoxia en la controversia arriana, se vio mas de una vez condenado al destierro.
Hasta nosotros llegaron 18 discursos catequéticos, un sermón de la piscina de Betseda, la carta al emperador Constantino y otros pequeños fragmentos. Trece escritos están dedicados a la exposición general de la doctrina, y cinco, llamados mistagógicas, están dedicados al comentario de los ritos sacramentales de la iniciación cristiana.
Estos escritos llamados Catequesis de San Cirilo, nos llegaron gracias a la transcripción de un estenógrafo, que lo hizo con la misma sencillez y naturalidad que lo hacía San Cirilo, cuando comunicaba a la comunidad cristiana, en los tres principales santuarios de Jerusalén, entre ellos la Basílica de la Santa Cruz de Constanza, llamada Martyrion para los candidatos al bautismo y la iglesia de la Resurrección o Anástasis, para los que se bautizaban durante la semana de Pascua, es decir, eran los mismos lugares de la redención, como él mismo decía, que no solo se escucha, sino que "se ve y se toca".
Por estos importantes escritos, que probablemente lo compuso al comienzo de su episcopado, ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por el Papa León XIII. La incertidumbre de su pensamiento teológico, es lo que demoró en Occidente, el reconocimiento de su santidad. Su fiesta fue instituida en 1882.
Tuvo alguna simpatía por los arrianos, pero pronto se separó de ellos para adherirse a los semiarrianos homoiusianos, esto era, la orientación teológica que se inclinaba a los convenios, que proponía el término "homoi-ousios" (de naturaleza semejante) en vez de "homo-ousios" (de la misma naturaleza, es decir, el verbo de la misma naturaleza que el Padre). Se trataba solo de añadir una letra, pero era suficiente para eliminar la idea de la consubstancialidad (consubstancial: que es de la misma substancia) entre el Padre y el Hijo. Cirilo abandonó también a los semiarrianos y se unió a la doctrina ortodoxa de Nicea, por eso fue desterrado cinco veces bajo los emperadores Constantino y Valente. En total fueron 16 años de destierro. Tres veces por un bando y dos por el bando opuesto.
En sus escritos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo y del Credo, explicándolo frase por frase, para instruir a los recién bautizados sobre la fe, también habla bellísimamente sobre la Eucaristía, insistiendo fuertemente en que Jesucristo Sí está presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono que se apoya en la mano derecha, para recibir al Rey Celestial" (traten con cuidado la hostia consagrada, para que no caigan pedacitos, así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro). En síntesis estos documentos son de mucho valor porque contienen las enseñanzas y ritos de la Iglesia de mediados del siglo IV y forman "el primitivo sistema teológico". También describe interesantemente acerca del descubrimiento de la cruz y de la roca que cerraba el Santo Sepulcro.
Existen dos versiones que no coinciden entre sí, de porque Cirilo sucedió a Máximo en la sede de Jerusalén. San Jerónimo fue quien dejó una de ellas, pero evidentemente tenía prejuicio en contra de San Cirilo.
Arrio Acacio, era uno de los obispos de la provincia, que consagró legalmente a San Cirilo, pensando que luego iba a poder manejarlo, pero se equivocó por completo. Cirilo era un hombre suave de carácter, prefería instruir que polemizar, trataba de permanecer neutral en las discusiones y por esa razón ambos partidos lo desterraron en su momento, llamándolo hereje. Pero contaba con amigos como San Hilario, que era defensor del dogma de Santísima Trinidad y con San Atanasio que defendía la divinidad de Jesucristo, que le profesaba una sincera amistad. En el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llaman: "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
En el primer año de su episcopado, ocurrió un fenómeno físico que impresionó a la ciudad. Envió noticia de lo sucedido al emperador Constantino, en una carta que aún existe y que se ha puesto en duda su autenticidad, aunque el estilo sin duda es suyo. La carta dice: "En las nonas de mayo, hacia la hora tercera, apareció en los cielos una gran cruz iluminada, encima del Gólgota, que llegaba hasta la sagrada montaña de los Olivos: fue vista no por una o dos persona, sino evidente y claramentes por toda la ciudad. Esto no fue, como podría creerse, una fantasía ni apariencia momentánea, pues permaneció por varias horas visible a nuestros ojos y mas brillante que el sol. La ciudad entera se llenó de temor y regocijo a la vez, ante tal portento y corrieron inmediatamente a la iglesia alabando a Cristo Jesús único Hijo de Dios".
Enseguida que Cirilo tomara posesión, comenzaron las discusiones entre él y Acacio, no solo por problemas de sus respectivas sedes, sino también sobre asuntos de fe, porque Acacio en ese entonces, estaba envuelto en la herejía arriana. Acacio como metropolitano de Cesarea, exigía la juridicción de Cirilo que mantuvo la prioridad de su sede, como si tuviera un "trono apostólico". Acacio recordaba un Canon del Concilio de Nicea que dice: "Ya que por la costumbre o antigua tradición, el obispo de Aelia (Jerusalén) debe recibir honores, dejemos al metropolitano (de Cesarea) en su propia dignidad mantener el segundo lugar".
La pelea se hizo abierta y Acacio convocó un Concilio de Obispos partidarios suyos, al que citaron a Cirilo, pero no se presentó. Se le acusó de contumacia (porfía, obstinación en el error) y de haber vendido propiedades de la Iglesia para ayudar a los necesitados. Lo último, sí lo hizo, como anteriormente lo habían hecho muchos prelados, entre ellos San Ambrosio y San Agustín, y fueron comprendido. El fraudulento Concilio condenó a Cirilo y fue desterrado de Jerusalén. Se fue para Tarso, lo recibió Silvanus, un obispo semi-arriano, y esperó allí la apelación que había hecho al tribunal superior. Dos años después, ante el Concilio de Seleucia, llegó su apelación. Este Concilio estaba integrado por semi-arrianos, arrianos y muy pocos miembros del partido ortodoxo, todos de Egipto. Cirilo se sentó entre los semi-arrianos que lo ayudaron durante su exilio. Acacio se fue de la reunión, objetando violentamente la presencia de Cirilo, pero regresó pronto para participar de los debates posteriores. El partido de Acacio fue depuesto por tener minoría y el de Cirilo fue reivindicado.
Acacio se fue a Constantinopla a tratar de convencer a Constantino a que reuniera otro concilio. Acusó a Cirilo de haber vendido unas vestiduras que el emperador le regaló a Macario para administrar el bautizo y que luego fueron vistas en una representación teatral. Esto puso furioso al emperador, y emitió un segundo decreto de exilio en contra de Cirilo, un año después de haber sido repuesto a su sede. Constantino muere en el año 361, le sucede Juliano, quien llama a que regresen todos los obispos que Constantino había desterrado, y así Cirilo regresa a su sede. Durante la gestión de Juliano el Apóstata, hubieron pocos martirios en comparación con otros reinados, pero cayó en la cuenta que la sangre de los mártires era el simiente de la iglesia y por esa razón hizo todo lo que pudo para desacreditar la religión que él había abandonado. Nos cuentan los historiadores de la Iglesia, Sócrates, Teodoreto y otros, que Juliano planeó reconstruir el templo de Jerusalén para apelar a los sentimientos nacionales de los Judíos y para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio, no se cumpliría. San Cirilo contempla con calma los preparativos para la reconstrucción del templo, profetizando que sería un fracaso, y así sucedió. Gibbon y otros agnósticos se burlan de los sucesos sobrenaturales, sismos, esferas de fuego, desplome de paredes, etc….que le hicieron abandonar el proyecto, pero Gibbon admite que estos sucesos están confirmados no solo por escritores cristianos, como San Juan Crisóstomo y San Ambrosio, sino también por el testimonio de Ammianus Marcellinus, el soldado filósofo, que era pagano.
San Cirilo es desterrado por Valente, por tercera vez en el año 367, junto con todos los prelados nombrados por Juliano. Este último destierro duró 11 años, pero cuando sube al trono Teodoro, le restituye a su sede, donde permanece los últimos años de su vida. Triste por todo lo malo que encontró en Jerusalén, vicios, crímenes, desórdenes, herejías divisiones, etc…. apela al Concilio de Antioquía. Envían a San Gregorio de Nissa, quien no pudo remediar nada y abandona Jerusalén, dejando para la posteridad sus "Advertencias en contra de las peregrinaciones", una detallada descripción de la moral de la santa ciudad en aquel tiempo.
Cirilo y San Gregorio estuvieron presentes en el gran Concilio de Constantinopla (primer Concilio Ecuménico que participó Cirilo), que era el segundo Concilio Ecuménico. En esta ocasión Cirilo, obispo de Jerusalén junto con los patriarcas de Alejandría y Antioquía, toma lugar como metropolitano, se reconoció la legitimidad de su episcopado. Este Concilio promulgó el Símbolo de Nicea, en su forma corregida. Cirilo y los demás aceptan el término "Homo-ousios" que llegó a ser la palabra clave de la ortodoxia. Este hecho toman Sócrates y Sozomeno, como un acto de arrepentimiento. Por otra parte, los obispos escriben una carta al Papa San Dámaso, donde halagan a Cirilo diciendo que es uno de los defensores de la verdad ortodoxa en contra de los arrianos.
Se cree que murió en Jerusalén en el año 386 a los 72 años. 

sábado, 17 de marzo de 2012

SAN PATRICIO OBISPO

Nacido en Gran Bretaña (Bennhaven Taberniae (pueblecito de Escocia que hoy no se encuentra en los mapas) hacia el 385, muy joven fue llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo Irlanda, desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año 461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).

No se conoce con exactitud los datos cronológicos del Apóstol de Irlanda. Por lo que el santo dice de si mismo, se supone que era de origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejercito romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo había sido sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún la ley del celibato sacerdotal en todo el occidente.

Se afirma que fue alrededor del año 403, a la edad de 16 años, que cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito.

La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces "aún no conocía al verdadero Dios", queriendo decir que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia.

Se cree que el lugar de su cautiverio fue en las costas de Mayo, al borde del bosque de Fochlad (o Foclut). De ser así, el monte de Crochan Aigli, que fue escenario del famoso ayuno de San Patricio, también fue el lugar donde vivió los tristes años de su juventud.

Lo mas importante es que para entonces, como el lo dice: "oraba de continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron mas dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior".

Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara sobre su futuro, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó mas de 300 kilómetros para llegar a la costa. Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar gratis fueron siempre rechazadas, hasta que al fin, después de mucho orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia. La travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa, caminaron un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron. Patricio narra esa aventura diciendo:
"llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. ´¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…´ A aquellas súplicas yo respondí francamente: ´Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que El tiene de sobra en todas partes´. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia."

Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a la edad de veintidós o veintitrés años y volvió a su casa. Con el tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron las visiones y, a menudo, oía "las voces de los que moran mas allá del bosque Foclut, mas allá del mar del oeste y así gritaban todas al mismo tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: ´Clamamos a ti, Ho joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente´ ". "Eternas gracias deben dársele a Dios, agrega, porque al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que clamaban".

No hay ninguna certeza respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron desde entonces.

Los primeros biógrafos del santo dicen que Patricio pasó varios años en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda. Existen pruebas firmes de que pasó unos tres años en la isla de Lérins, frente a Canes, y después se radicó en Auxerre durante quince años mas. También hay sólidas evidencias de que tenía buenas relaciones personales con el obispo San Germán de Auxerre. Durante este tiempo le ordenaron sacerdote.

Algunos historiadores sostienen, que en esa época hizo un viaje a Roma y que, el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una misión especial, ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania. Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio.

Puesto que dependemos de datos confusos, legendarios y muchas veces contradictorios, de sus primeros biógrafos, es materialmente imposible obtener detalles del heroico trabajo en las tierras donde había estado cautivo. La tradición afirma que trabajó en el norte, en la región de Slemish, que dicen fue la misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a Dios cuando era un joven esclavo. Una anécdota que antiguamente la tenían por auténtica en Irlanda relata que cuando el amo se enteró del regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las llamas.

Se afirma que, a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y que con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de conquistar el favor del "Gran Rey" Laoghaire, que vivía con su corte en Tara, de la región de Meath.

Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar. Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban



con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.

San Patricio y sus enemigos

Sus acérrimos opositores fueron los druidas, representantes de los dioses paganos. También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia. Para defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el mismo, como sentía y actuaba.

Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía, respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos transmite textualmente así: "Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén". Los augurios agregaban esto todavía: "Por lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se derrumbará".

En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros de su familia. Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida (mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En un incidente que ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún presentimiento, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche, por consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la vida a San Patricio.

No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, siguió firme. En varios sitios de Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.

Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al evangelizar y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros. Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen). Dicen esos libros que "Patricio convocó a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde su arribo y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio".

Hay muchas fantasías sobre las confrontaciones de San Patricio con los magos druidas pero también hay relatos que tienen un trasfondo sin duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: "El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla". Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y que a su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.

El Sínodo

Hay muchas y buenas razones para creer que San Patricio convocó a un sínodo, seguramente en Armagh, no se mencionó el sitio. Muchos de los decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal como fueron redactados, aunque no cabe dudas que a varios de ellos se le hicieron añadiduras y enmiendas. En esa época San Patricio era ya un anciano con la salud quebrantada por el desgaste físico de sus austeridades y de sus treinta años de viajes de evangelización. Probablemente el sínodo haya tenido lugar cuando los días del santo ya estaban contados

Vida de Santidad

Solo llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano que tenía el santo y el profundo amor a Dios que lo animaba, si estudiamos detenidamente sus escritos contenidos en las "Confesiones", la Lorica y la carta a Coroticus de San Patricio. Conoceremos el secreto de la extraordinaria impresión que causaba a los que lo conocían personalmente. Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu de humildad. Decía que su trabajo misionero era la simple actuación de un mandamiento divino y que su aversión contra los pelagianos se debía al absoluto valor teológico que él atribuía a la gracia. Era profundamente afectuoso, por lo que vemos en sus escritos referirse tantas veces al inmenso dolor que le produjo separarse de su familia de sangre y de su casa, a la que le unía un gran cariño. Era muy sensible, le hacía sufrir mucho que digan que trabajaba en la misión que había emprendido para buscar provecho propio, por eso insistía tanto en el desinterés que lo animaban a seguir trabajando.

De sus Confesiones: "Incontables dones me fueron concedidos con el llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también, contra mi voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo no consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito propio, sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue El quien se resistió a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me aparté de ellos para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno, estoy pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si el Señor me concede esa gracia".

La santidad da frutos

El buen éxito de la misión de San Patricio se debe ante todo a su fe por la que se disponía a cualquier sacrificio y a la inteligente organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividida en muchas tribus o clanes, dirigidos por un jefe independiente cada una. El supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local, consagró obispos y sacerdotes y fundo monasterios y pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos ni costumbres tradicionales. Tuvo la feliz idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más importante del lugar, así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron muchísimas.

La obra de evangelización pudo progresar rápidamente gracias también a que San Patricio atrajo muchos discípulos fieles, como Benigno quién estaba destinado a sucederle. Siempre fue muy fiel a la Iglesia y, a pesar de la distancia, el santo se mantenía en contacto con Roma. En el año 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, dato que está asentado en los "Anales de Ulster". Es probable que no haya pasado mucho tiempo antes que Armagh se convirtiera en un gran centro de educación y administración.

San Patricio, en el transcurso de 30 años de apostolado, convirtió al cristianismo a "toda Irlanda". El propio santo alude, mas de una vez, a las "multitudes", a los "muchos miles" que bautizó y confirmó. "Ahí", dice San Patricio, "donde jamás se había tenido conocimiento de Dios; allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del Señor, donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto que hijos e hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y en vírgenes de Cristo". Sin embargo, como es lógico pensar, el paganismo y el vicio no habían desaparecido por completo. En las "Confesiones", que fueron escritas hacia el fin de su vida, dice el santo: "A diario estoy a la espera de una muerte violenta, de ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo, o de cualquier otra calamidad semejante". Pero más adelante agrega: "Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: ´Deja tus cuidados con el Señor y El proveerá la manera de aliviarlos". En esta confianza estaba, sin duda su incansable valor y la firme decisión de San Patricio a lo largo de su heroica carrera. Su fortaleza de no permitir a los enemigos del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, fue una de las razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.

La obra del incansable misionero dio muchos frutos con el tiempo: Lo vemos en el maravilloso florecimiento de santos irlandeses. Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, consiguió que la legislación fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por mas de 15 siglos, a pesar de todas las persecuciones.

Según un cronista de Britania, Nennius, San Patricio subió a una montaña a rezar y hacer ayuno y "desde aquella colina, Patricio bendijo al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la cima, era el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos…Después, en edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella eternamente. Amén". Patricio murió y fue sepultado en el año 461, en Saúl, región de Stragford Lough, donde había edificado su primera iglesia.


Coraza de San Patricio

"Me envuelvo hoy día y ato a mí
una fuerza poderosa
la invocación de la Santísima Trinidad
y las Tres Divinas Personas.
Me envuelvo hoy día y ato a mí
la fuerza de Jesucristo,
Hijo de María siempre virgen,
con su bautismo, l
a fuerza de su crucifixión y entierro,
la fuerza de su Resurrección y Ascensión
la fuerza de su vuelta
para el juicio de la eternidad.
Me envuelvo hoy día
y ato a mí la fuerza del amor de los Querubines,
la obediencia de los Angeles,
el servicio de los Arcángeles,
la esperanza de la resurrección para el premio,
las oraciones de los patriarcas,
las predicciones de los profetas,
las predicciones de los apóstoles,
la fe de los mártires,
la inocencia de las santas vírgenes,
las buenas obras de los confesores.

Me envuelvo hoy día
y ato a mí el amor maternal
y la pureza virginal de María Santísima,
hija de Dios Padre,
Madre de Dios Hijo
y esposa de Dios Espíritu Santo.

Me envuelvo hoy día
y ato a mí la fuerza de Dios para orientarme.
El poder de Dios para sostenerme,
la sabiduría de Dios para guiarme,
el ojo de Dios para prevenirme,
el oído de Dios para escucharme,
la palabra de Dios para apoyarme,
la mano de Dios para defenderme,
el camino de Dios para recibir mis pasos,
el escudo de Dios para protegerme,
los ejércitos de Dios para darme seguridad
contra las trampas de los demonios,
contra las tentaciones de los vicios,
contra las inclinaciones de la naturaleza,
contra todos los que desean el mal,
de lejos o de cerca,
estando yo solo o en la multitud.

Convoco hoy día a todas
esas fuerzas poderosas,
que están entre mí y esos males
contra las encantaciones de los falsos profetas,
contra las leyes negras del paganismo,
contra las leyes falsas de los herejes,
contra la astucia de la idolatría,
contra los conjuros de brujas, brujos y magos,
contra la curiosidad que daña el cuerpo
y el alma del hombre.

Invoco a Jesucristo que me proteja
hoy día contra el veneno, el incendio,
el ahogo, las heridas,
para que yo pueda alcanzar
abundancia en premio.

Jesucristo conmigo,
Jesucristo delante de mí,
Jesucristo detrás de mí,
Jesucristo a mi derecha,
Jesucristo a mi izquierda,
Jesucristo en la anchura,
Jesucristo en la longitud,
Jesucristo en altura,
Jesucristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí,
Jesucristo en la boca de todos los que hablan de mí,
Jesucristo en todo ojo que me ve,
Jesucristo en todo oído que me escucha.

Del Señor es la salvación,
De Jesucristo es la salvación,
Tu salvación, Señor, esté siempre con nosotros. Amén"


Esta oración tiene muchas versiones
y según la tradición
fue la empleada por el obispo
Patricio de Irlanda para convertirse,
junto con 8 de sus hermanos, en ciervos mientras
caminaban por el bosque y estaban siendo acosados
por el druida Tara.
Desde entonces es conocida como una poderosa
oración de protección y de invocación al Señor.




viernes, 9 de marzo de 2012

SANTA FRANCISCA ROMANA

            
       Santidad en todos los estados de vida
Santa Francisca Romana


Esta santa fue ejemplo de doncella católica, esposa, madre, viuda, religiosa, y un prodigio de gracia y santidad. Aún en vida le fueron develados misterios del más allá, habiendo sido favorecida con visiones del Infierno, el Purgatorio y el Cielo, así como por la presencia visible de su Ángel de la Guarda. Recibió también la protección de un Arcángel, y más tarde la de una Potestad.

Plinio María Solimeo

Francisca, nacida en 1384 en una eminente familia del patriciado romano, recibió la formación católica de su madre, pero fue dirigida por el Divino Espíritu Santo en las vías de la santidad. De pureza virginal, no pensaba sino en consagrarse enteramente a Dios. A los 12 años hizo voto de ser religiosa. Pero no era ése el designio de Dios, por lo menos en aquel momento. Y así, aconsejada por su director espiritual, tuvo que aceptar el matrimonio propuesto por su padre con el joven Lorenzo Ponziani, también de alta estirpe y buena disposición hacia la virtud.
A pesar de su corta edad, la joven esposa se empeñó en estudiar el genio del marido, para vivir con él en perfecta armonía conyugal. Y lo hizo tan bien que, durante los 40 años que duró su matrimonio, jamás hubo el menor desentendimiento entre esposo y esposa.
Al casarse, Francisca fue a vivir al palacio de su marido, en donde encontró un tesoro en la persona de su cuñada Vanossa, predispuesta a secundarla en todo, en la línea de la virtud y del bien. Las dos comenzaron a visitar a los pobres, asistir a los enfermos y practicar toda especie de obras de misericordia. Para ello, los respectivos maridos, reconociendo los méritos y alta virtud de las esposas, les daban completa libertad de acción.
Así, un día Roma vio estupefacta a Francisca, la gran dama de la aristocracia, arrastrando por las principales calles de la ciudad a un asno cargado de leña, y aún con un haz de ésta sobre la cabeza, que iba distribuyendo a los pobres. También fue vista en las puertas de las iglesias junto a los pobres, mendigando con ellos para socorrer a los que estaban imposibilitados de hacerlo. En un año de gran carestía, Francisca y Vanossa fueron de puerta en puerta a pedir limosnas para los pobres. Muchos se escandalizaban al ver a dos matronas de la aristocracia practicando tan modesta tarea. Otros, por el contrario, se edificaban con tanta humildad y se unían a ellas.
Ella convirtió a varias mujeres perdidas; sin embargo, a algunas que no quisieron hacer penitencia y enmendarse, se empeñó para que fuesen expulsadas de Roma o de asilos a donde se habían retirado, para que no pervirtiesen a otras.
Formando a los hijos para el Cielo
Conociendo que los hijos son dados para ocupar los tronos vacíos dejados en el Cielo por la caída de los demonios, Francisca se los pidió a Dios. Y tuvo tres. Al primero le dio como patrono a San Juan Bautista, al segundo a San Juan Evangelista, y a la tercera, una niña, a Santa Inés.
Vigilando ella misma por su educación, los preparó antes que nada para la vida que no tiene fin. Así Juan Evangelista, que vivió apenas nueve años, progresó tanto en la virtud, que llegó a tener el don de profecía. Al momento de su muerte, vio a San Juan y a San Onofre que venían a buscarlo.
Tiempo después de muerto, se le apareció a su madre todo resplandeciente de gloria, acompañado por un joven aún más brillante, diciéndole que, de parte de Dios, vendría pronto a buscar a su hermanita Inés, entonces con cinco años. Y que Dios le daba a su madre, para ayudarla en las vicisitudes de la vida, además de su Ángel de la Guarda, a un Arcángel para protegerla e iluminarla en el camino de la virtud.
Francisca pasó a tener la presencia radiante de ese Arcángel noche y día, de tal modo que no necesitaba de la luz material para sus quehaceres, pues la del espíritu celeste le bastaba.
Estado de continencia en la vida conyugal
Niño resucitado por las plegarias de la santa

Como Santa Francisca vivió en la tumultuosa época en que Roma estaba dividida en dos partidos —el de los Orsini, que luchaban a favor del Papa, y a cuyo servicio Lorenzo tenía un alto cargo, y el de los Colonna, que apoyaban a Ladislao de Nápoles—, tuvo mucho que sufrir. Su marido fue gravemente herido en una de las refriegas y llevado como prisionero, y su hijo como rehén; padeció también el saqueo de la casa, siendo despojada de sus bienes. Como nuevo Job, apenas repetía: “Dios me lo dio, Dios me lo quitó, bendito sea Él”. Más tarde, como el patriarca, sus familiares y bienes le fueron restituidos.
Cuando Lorenzo fue gravemente herido, Francisca lo cuidó con todo amor y cariño. Y aprovechó, cuando éste se restableció, para persuadirlo a vivir de ahí en adelante en perfecta continencia. Él accedió, con tal que ella no lo abandonase y mantuviese dirigiendo la casa. Feliz, Francisca vendió sus joyas y ricos vestidos, dio el dinero a los pobres y empezó a andar con una vulgar túnica sobre áspero cilicio. Comenzó a tomar una sola comida al día, y aún así ésta consistía apenas de insípidas legumbres. Aumentó las disciplinas y empezó a dedicar más tiempo a la oración.
Elaboración de la Regla de su Orden: orientación de Apóstoles y grandes santos
Francisca veía el peligro que corrían muchas damas de Roma entregadas a las frivolidades y futilidades de una sociedad decadente, en la cual ya se podían percibir los inicios funestos del Renacimiento. Por eso oraba y lloraba delante de Dios, pidiendo remedio para eso. Oyó entonces una voz que le decía: “Ve, trabaja, reúnelas, infunde tu espíritu y el espíritu de Benito, el patriarca, espíritu de paz, de oración y de trabajo”.1 La sierva de Dios comenzó entonces a reunir a viudas y doncellas dispuestas a vivir en estado de perfección. Al principio formó sólo una asociación de mujeres piadosas dedicadas al culto de la Madre de Dios y al trabajo para la propia santificación. Pero después, por inspiración de Dios, surgieron las “Oblatas de San Benito”. San Pedro, San Pablo, San Benito y Santa María Magdalena se le aparecieron en diversas oportunidades, instruyéndola sobre los puntos de la regla. “Ella la llevó después a una tal perfección, que se puede decir que en ella dejó la idea más perfecta de la vida religiosa”.2
Cuando falleció su marido, Francisca encauzó el futuro del hijo que le quedaba, dejándole toda su herencia, y pidió ser admitida en la congregación que había fundado. Por obediencia a su confesor, aceptó el cargo de superiora. Y Dios bendijo su sacrificio dándole por compañero un Ángel más, del coro de las Potestades, cuya gloria era mucho más esplendorosa aún que la del Arcángel. Era también mucho mayor su poder contra los demonios, pues con una sola mirada los ahuyentaba.3
Víctimas de violentos ataques
Visión de la protección de Nuestra Señora sobre la Congregación

Si es verdad que la santa tenía un continuo comercio con los ángeles, no es menos verdadero que también el espíritu infernal no le daba tregua, agrediéndola muchas veces, hasta físicamente. Así, una vez estaba ella de rodillas junto a una religiosa enferma, cuando el demonio la agarró con furia y la arrastró por el cuarto hasta la puerta. Otra noche, estando ella en oración, la cogió de los cabellos y la llevó a una terraza, dejándola colgada sobre la vía pública. Francisca se encomendó a Dios, y pronto se vio en su celda.
En una otra ocasión, Santa Francisca encendía una vela bendita. El espíritu infernal cogió la vela, la tiró al suelo y escupió encima. La santa le preguntó por qué profanaba una cosa santa. Éste le respondió: “Porque las bendiciones de la Iglesia me desagradan a más no poder”.
Impresionantes visiones del Infierno, Purgatorio y Cielo
Santa Francisca fue favorecida con muchas visiones sobre la vida del más allá, habiendo sido llevada en espíritu por su Ángel al Infierno, al Purgatorio y al Paraíso celestial. Después de testimoniar los horrores del Infierno, fue llevada al Purgatorio. Sobre este lugar de expiación, dijo ella: “En él no reina ni el horror, ni el desorden, ni la desesperación, ni las tinieblas eternas [del infierno]; allá la esperanza divina difunde su luz”. Y le fue dicho que ese lugar de purificación era también llamado de ‘posada de esperanza’. Vio allí almas que sufrían cruelmente, y también a ángeles que las visitaban y las asistían en sus sufrimientos”.4
Fue llevada al Paraíso celestial, donde comprendió algo de la esencia de Dios.
La Pasión de Cristo era su meditación ordinaria, siendo que algunas veces sentía físicamente los dolores padecidos por Cristo. Era gran devota de la Sagrada Eucaristía, sobre la cual hacía largas meditaciones delante del Sagrario. En la víspera de la Navidad de 1433, Francisca tuvo la dicha de recibir en sus brazos al Divino Niño Jesús.
Fallecimiento e incomparable elogio de un Doctor de la Iglesia
El 9 de marzo de 1440, conforme lo había predicho, la Santa entregó su alma a Dios. Contaba 56 años de edad, de los cuales había pasado doce en la casa paterna, cuarenta en el estado matrimonial y cuatro como religiosa.
Roma lloró y exaltó a aquella ilustre hija. Comenzaron a operarse milagros en su tumba.
“Cuando, en 1606, estaba en marcha el proceso de canonización de Francisca, el Cardenal San Roberto Belarmino, Doctor de la Iglesia, asoció a su voto favorable una declaración que consistió en un elevado elogio de la extraordinaria santa. Afirmó que habiendo ella vivido primero en virginidad, después, una serie de años, en casto matrimonio, habiendo soportado los infortunios de la viudez, y habiendo seguido finalmente la vida de perfección en el claustro, merecía tanto más las honras de los altares cuanto más podía ser presentada como modelo de virtud para todas las edades y todos los estados”.

sábado, 3 de marzo de 2012

SANTOS EMETERIO Y CELEDONIO MARTIRES (HERMANOS DE SANGRE)

Calahorra (La Rioja, España) está unida a estos soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses -antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.

En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el códice primero del archivo catedralicio.

No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera el incendio.

Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II.

Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.

El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar.

Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.

Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos.

Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.


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